¿Dónde están los productos con corazón artesanal?

En una era tecnológica tan industrializada como la que vivimos, los productos artesanales parecen tener cada vez menos cabida. En la calle, a los potenciales clientes les cuesta diferenciar la artesanía de otras elaboraciones manuales para así identificar correctamente los productos y darles una valoración adecuada. La confusión es enorme y creciente, en el entorno online completamente abrumadora y yo no dejaba de preguntarme por qué.

Cuando consulto en mi entorno cuál es la diferencia entre la artesanía y las manualidades, nunca recibo una respuesta que me entusiasme, pero tampoco que me decepcione tanto como cuando decidí consultar el diccionario de la RAE y me topé con estas bastas definiciones:

No puedo decir que las descripciones sean incorrectas pero si discrepo, y a parte de que ninguna de las variantes de la palabra aporta nada significativo, omiten muchos y los más importantes factores que definen y caracterizan los oficios artesanales, especialmente ligados a la identidad regional de las zonas en las que se desenvuelven y grandes bienes culturales para el mundo, de los que han surgido muchas de las profesiones que hoy en día conocemos.

Es verdad que arte y artesanía muy a menudo caminan unidas de la mano, pero cabe destacar que tampoco son lo mismo; aunque el concepto «arte» es ambiguo y no es el tema que estoy tratando, a grandes rasgos: una artesanía no tiene que ser una obra de arte, igual que una obra de arte no tiene por qué ser una artesanía.

Aunque sí bien es cierto que los procesos de producción en gran medida resultan ser actos repetitivos resultado del mecanismo humano, definir la artesanía como un acto meramente mecánico (“hecho sin refusión”), no me parece más que una aportación tosca que da pie a confusión y obvia e infravalora todo el esfuerzo humano (físico y mental) que implica idear y elaborar una pieza artesanal desde el principio, hacerla útil y darle una identidad.

Los productos artesanales también se caracterizan por su calidad de ser objetos únicos. Comparado con los procesos industrializados, el nivel de producciones artesanas es muy bajo, se fabrican en pocas unidades o series y podrán ser parecidos o casi iguales entre si, pero repito: únicos dada su elaboración principalmente manual.

La palabra “modernamente” sugiere que el concepto de la artesanía realmente sí ha cambiado y la “artesanía urbana” de alguna manera ampara esta condición, pero no dejo de preguntarme qué nueva necesidad ha nacido, para abrir este abanico a materiales industriales y procesos de elaboración, que nada tienen que ver con los orígenes y la verdadera naturaleza de las materias primas empleadas en los oficios tradicionalmente artesanales, cuyas técnicas y conocimientos han sido traspasados de padres a hijos a través de las generaciones y perdurando en el tiempo desde la prehistoria, con el fin de proveer a sus comunidades toda clase de artilugios para uso doméstico y también con utilidades ornamentales, complementarias para el trabajo, rituales, etc… En cualquier caso: objetos fabricados con materias primas naturales, autóctonas y características de cada zona, recolectadas y transformadas con pocas herramientas más que las manos humanas y unos cuantos útiles bastante rudimentarios.

No sólo la Rae malinterpreta la consideración de artesanía, basta con buscar esta palabra en las redes para darse cuenta de que las diferencias con las manualidades parecen casi inexistentes y toda clase de materiales, técnicas, elaboraciones y producciones son admitidas bajo la etiqueta artesanal. Grandes compañías especializadas en esta clase de productos tampoco se quedan atrás, e incluso me sorprende cómo sus páginas principales categorizan alegremente como artesanías productos que claramente son armados, alimentado al desconcierto global.

Muy lejos de esta posible vinculación, muchas técnicas manuales con sus vertientes, requieren de un alto nivel de especialización, laboriosidad y creatividad; tienden a convertirse en nuevos oficios e incluso, son capaces de evolucionar para ganarse la condición de artesanías.

Quiero pensar que las malas praxis son derivadas de la gran dificultad que supone valorar y etiquetar cada uno de estos productos, al fin y al cabo la belleza y las modas están tan sobrevaloradas, que pocos se paran a pensar en los procesos de producción y en el esfuerzo que supone crear un producto de calidad artesanal… son detalles que no caben en los etiquetados; pero también pueden ser técnicas de marketing, al fin y al cabo comercialmente hablando, el término “artesanía” vende más que “manualidad”, pienso que en parte puede deberse a la asociación inconsciente de las manualidades con los trabajos manuales escolares de la infancia, o con nuestras etapas de iniciación y desarrollo, generando una especie de desmérito hacia la palabra y como denominación para un producto.

Lo más complicado de todo, es cambiar la conciencia y la capacidad que tenemos como consumidores para identificar los objetos realmente artesanales, y tener en cuenta los rasgos diferenciadores a la hora de pagar dinero por ellos: las manualidades aceptan y mezclan todo tipo de materiales, naturales, sintéticos o artificiales, obtenidos mediante procesos de manufactura o no, y aunque se dice que procuran fines estéticos, cada vez más se da más importancia a su funcionalidad.

La “artesanía «urbana” es la artesanía moderna. El concepto también tiene sus peculiaridades, es un término nuevo, surgido por la globalización y el establecimiento de las urbes; también sufre los efectos de la intromisión de las manualidades (obviando que en sí, ya es una intromisión para la artesanía tradicional) o peor: de la falsa artesanía, la cual ha crecido alarmantemente en las últimas décadas, dejando todavía más desprotegidos a los viejos oficios y favoreciendo a su desaparición. Ya es un habitual, ante una sociedad consumista que quiere las cosas al momento, que la juventud se vea forzada a romper con sus tradiciones familiares, apostando por salidas profesionales más agradecidas, dificultando cada vez más la continuación de los estos oficios tradicionales.

De este desconocimiento global y muchas veces por inconsciencia, se sustentan un preocupante número de personas y empresas, que aseguran fabricar productos artesanales y se auto denominan «artesanos». Oportunistas amparados por la ambición económica de incontables organizaciones de eventos, muy a menudo subvencionadas con dinero público, encargadas de promover y fomentar el comercio de la artesanía, pero que muy lejos de su función, hacen la vista gorda, aceptando para la exposición y venta toda clase de objetos industriales, producciones en serie, armados, artículos provenientes de reventa, largo etc… ventas desleales que hacen cada vez más mella en una sociedad que sabe que si un producto es artesanal es mejor y vale más, pero en realidad no sabe por qué.

Ante estos y muchos otros despropósitos y con la determinación de proteger y autentificar las artesanías frente al claro intrusismo de las manualidades en el mercado con la falsa etiqueta de productos artesanales, el Fondo Nacional para el Fomento de la Artesanía en México (FONART) ha decidido ir más lejos, elaborando un manual de diferenciación entre ambas capacidades, e incluso, abre la puerta a aquellas nuevas tendencias que mezclan técnicas y materias primas naturales con procesos mecanizados y materiales manufacturados, que denominan “Híbridos”. Además han desarrollado una herramienta apodada “Matriz Dam” que permite clasificar y hacer una clara diferenciación entre artesanías, manualidades e híbridos, y definir el porcentaje de cualidades artesanales que posee un determinado objeto, basándose en una serie de datos geográficos, de autor y una lista de propiedades técnicas exclusivas de cada producto. Esta herramienta está orientada a la producción de artesanías Mexicanas, omitiendo muchas oficios que sí son tradicionales pero que no forman parte de la cultura de su comunidad, aún así, me ha parecido muy útil, ya que está bastante definida y meditada, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad de listar los factores que determinan en qué era/época de la historia, la artesanía dejó de serlo para convertirse en simplemente «artesanía» comercial.

En conclusión: es obvio que nuestra forma de vida ha cambiado por completo, una gran parte de las técnicas y procesos de los oficios artesanales son sustituibles por las máquinas, pero quizás si las costumbres, materiales y procedimientos empleados son diferentes, también deberían de serlo las palabras que los definan..

Escribir esta entrada verdaderamente me ha hecho valorar lo oficios artesanales de una manera más profunda. Me gustaría conocer tu opinión, los comentarios están abiertos para ti, gracias por leerme, cuando quieras lo comentamos.

❤ Yu ———

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